Me resulta absurda hasta la idea de sólo pensar en dejar de escribir, porque he aquí que lo anecdótico del caso pasa por que soy libre de decidirlo, pero sé que es imposible hacerlo, aún cuando la gente lo ve desde fuera como un don de dicha inenarrable, ser escritor es la mayor parte del tiempo una rara y compulsiva enfermedad, en la que el sujeto que escribe y ese otro que es escrito son los síntomas.
El escritor es un enfermo profesional, salido de la larga noche de la experiencia humana de pensar.
Ya sé, me dirán ¡qué vanidoso!, y es cierto, siempre se me ha censurado la “vanidad” de creerme escritor, de llamarme escritor, y escribir; yo mismo, el que escribe, presiento la fatuidad del momento en que tengo que aclarar que escribo, que a veces me gano un poco la vida con ello, y que mi experiencia con la gente, ya que soy un poco modesto, es que cualquiera puede conocer a un escritor, como cualquiera puede escribir, y hablar con la gente que no lo hace; a veces alguien me pregunta por cómo escribo, qué contenidos vuelco en lo que escribo, o si soy un novelista o ensayista, o qué, simplemente.
Pero cuando estoy junto a otros escritores, que los hay los hay, y bebemos vino, como los grandes poetas y los dioses, y enaltecemos nuestros discursos con frases elocuentes, sujetos importantes y predicados brillantes, siento que toda esa “enfermedad” de ser escritor, se desvanece, y reaparece la alegría de vivir siendo un escritor.
La apariencia puede ser o no ser importante, y aunque las etiquetas sean como la adjetivación compulsiva, síntoma de algunos escritores y chupamedias, me refiero a mí mismo como “moderno”, ya que en el XXI estoy escribiendo desde mi blog, y mi propia incomodidad habitual: mis paredes pasajeras, mis pisos incompletos, y techos que se llueven cada verano.
Me tomo mis momentos para escribir, cuando lo creo necesario, y el primer síntoma que me ataca es el de sentirme una fibra transparente y microscópica en el universo, sabiendo que la fragilidad de la vida es tal, y la fragilidad de mi propia vida, que es extremadamente finita, me compulsan a escribir lo que debo escribir, porque si tiene alguna gracia, es que no se borra con el codo, es un momento único, y no lo repetimos infinitamente, porque todo el contenido forma parte del universo, siempre único.
Tengo mi lado negro, que es una locura crónica y prodigiosa, que me ata al castigo y la dicha de escribir, y cuando avanzo una letra, un pasito en la claridad de lo que debo escribir, celebro conmigo mismo; desde esta locura escribo, aún siendo un extraño, tratando de descubrir y extraer la piedra, con una extrema conmoción del ser, y pasión, lejos, muy lejos de la miseria de los hombres, de sus voluntades castradas y sus sueños de poder.
Comparto con otros escritores el exilio social y político, como un paria, soy atacado y censurado con chismes, maledicencias, usurpación, estoy en el ojo de una tormenta que nunca quise presenciar, ni desaté: hay quienes dicen que soy esto o lo otro, que me la hago así o asá, que quiero esto, o aquello, y me repugna semejante manipulación de mi identidad, en un lugar en donde no tengo amigos, ni personas que me conozcan por lo que soy.
Me sentiría profundamente agradecido si todas esas personas que me atacan por la espalda, pusieran sus comentarios, en mis textos, en este mismo blog, en donde mis amigos (porque los tengo) más verdaderos me leen, y me dicen si están de acuerdo, o no, conmigo. Especialmente desafío a aquellas personas que dicen ser “mis amigos” en público, y en privado me aborrecen. Porque esto de escribir es una acción deliberada y mía, completamente mía, no tengo patrón, no escribo a sueldo, así que los contenidos que vierto podrán discutirse (esa es la intención), pero a la misma altura, desde la palabra y la construcción, porque a eso aspiro, esa es mi dicha, y no busco el engaño ni la corrupción, escribir es mi trabajo y me cuesta, me cuesta mucho a veces, hago sacrificios, tomo elecciones, y defiendo con mi firma lo que escribo.
Esto último suena a un tanto personal, pero es así, no se lo tomen a mal quienes me lean, y todos aquellos que saben que están en mi corazón, porque no se trata de ustedes, y se trata de gente advenediza en causas humanas y sociales, que me vienen impidiendo trabajar en la construcción de un proyecto de comunicación, incluso llegando a censurarme la palabra, groseramente en público, y después decir que son “amigos míos”, jeje.
Hace catorce años que vivo en esta Comunidad, y desarrollé proyectos únicos dentro de ella, trabajando free-lance, y muchas veces también en forma gratuita, en todas sus instituciones, pero desde hace un tiempo a esta parte, se me hace a un lado de todo, como a un bulto molesto, se dicen barbaridades de mi vida privada, y hay un entorno bastante desagradable para todos los comuneros, de la más agria y estéril censura, aunque a la vista del público no se saquen tantos “trapitos al sol”.
Quiero aclarar que no me mueve un pelo ningún rumor, y que esa gente que me ataca desde el poder no va a obtener nada de mí, y que la sociedad que tienen está enferma con un cáncer terminal, que fracasarán, y yo me iré y vendrán otros Jorge Siga, y Jorge Siga seguirá escribiendo desde donde esté.
Jorge Siga La Flecha, amaicha 23 de agosto.
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